martes, 26 de enero de 2010

Textos - Examen 29/12/2007 - TKD - ITF

Sobre "El camino de la autodependencia" de Jorge Bucay

Ya desde el título del libro Bucay - El camino de la autodependencia- plantea un “camino” que puede tener mucho de nuestro “do” del taekwon-do.
Comienza su libro con una alegoría de un carruaje que representa al cuerpo, los caballos que tiran de ese carruaje metáfora de los deseos y un cochero que dirige el asunto como el intelecto. Y aclara que hay que saber que cada uno de nosotros es las tres cosas.
Así arranca, concientizando sobre lo indivisible del ser, donde el cuerpo-mente es una sola cosa junto con los deseos.

DEPENDENCIA E IMBECILIDAD

La dependencia, dice, es enfermiza y lleva a la imbecilidad. La palabra imbécil viene de la antigua Grecia (im: con, báculo: bastón) y la usaban para llamar a aquellos que vivía apoyándose en los demás. Desde luego hay excepciones de gente que necesita depender, algunos transitoriamente como enfermos o heridos, otros por discapacidades y desde luego los que se están formando: niños y adolescentes. Pero los adultos sanos que elijan la dependencia, sostiene Bucay, se convertirán en imbéciles.
Define tres tipos de imbéciles (según Fernando Savater):
Los imbéciles intelectuales que por cada cosa que tienen que hacer buscan asesoramiento porque no creen que les de la cabeza o tienen miedo de gastarla.
Los imbéciles afectivos que necesitan una continua aprobación de afecto. Esto es más común, cuenta, en los varones (la prueba está que apenas se divorcian comúnmente ya se juntan con otra).
Los imbéciles morales (los más peligrosos) que necesita de afuera alguien que le de su aprobación por si lo que está por hacer está bien o mal.

Codependientes llama la psicología moderna a quienes tienen adicción a otra persona condicionando ese vínculo –patológico- ante el que siente, paradójicamente, como su salvación, pero también su calvario.
Uno debe saber que siempre se puede vivir sin el otro. El amor es positivo y maravilloso, no de manipulaciones siniestras.
Es común que por querer ser querido uno busque hacer que el otro dependa de uno, ese sería el primer peldaño. Pero es mejor enfrentar la vida con dignidad y quedar sólo que mal acompañado.
Muchos, para no perder esa imagen de afecto que supuestamente reciben hacen de todo para que el otro dependa de uno: intentando complacer en lo más mínimo. Luego, si eso no da lo esperado se baja otro peldaño utilizando la artimaña en la que el otro nos tenga lástima.
Ahora, si eso tampoco da resultado se busca que al menos el otro nos odie. Porque lo que no se soporta es la indiferencia. Entonces ya estoy en el fondo del pozo: el intento va ahora por que el otro nos tema.

La propuesta es abandonar toda dependencia

Muchos se conforman con la interdependencia donde ambos dependen mutuamente. Pero eso es un premio consuelo. Eso es como el matrimonio que sigue porque una vez se eligieron en vez de volver a elegirse diariamente.
Otra posibilidad es la independencia. O sea, no depender de nadie, ser autosuficiente. Pero somos seres sociales y nadie puede ser 100% independiente. Nadie puede prescindir de los demás en forma permanente.
Dado que el ser humano es, en contraposición a todo el mundo animal, absolutamente dependiente cuando nace la naturaleza encontró una solución en el instinto o amor que lleva a sentir estos cachorros como parte de nosotros. Dejarlos sería una mutilación, eso los protege y asegura su cuidado. Pero este mecanismo no solamente aporta seguridad sino también problemas. No es fácil se carcelero y libertador.

Según Bucay; la vida del ser humano está dividida en tres tercios:
1 / Tercio de preparar el terreno (infancia y la adolescencia)
2 / Tercio de crecimiento o expansión
3 / Tercio de cosecha

Uno tiene que aprender a hacerse cargo de sí mismo, aprender a responsabilizarse de uno, aprender la autodependencia. A veces uno puede ayudar a sus hijos porque quiere, y está muy bien. Pero hay que comprender que cuando la obligación terminó.

EL NIÑO INTERIOR
Cuando cumplimos setenta, tenemos sesenta y cincuenta, y cuarenta, y doce, y cinco, y tres, y uno. Como con las exigencias en los exámenes de taekwondo: uno va sumando… Debe saber lo anterior y lo de la propia graduación. Uno siempre conserva el niño interior. Anidan en nosotros los niños que alguna vez fuimos. Pero... Estos niños pueden hacernos dependientes.
Bucay dice: “Porque no creo que ese niño que anida en mí, en verdad, se pueda hacer cargo de sí mismo. Creo, sí, que también hay un adulto en nosotros cuando somos adultos. Él, y no otro adulto, se hará cargo del niño que hay en mí. Esto es autodependencia.”

Autodepender significa establecer que no soy omnipotente, que me sé vulnerable y que estoy a cargo de mí. Soy el director de esta orquesta, aunque no pueda tocar todos los instrumentos. Yo soy el protagonista de mi propia vida.
Pero atención: no soy el único actor, soy el protagonista, soy el director de la trama, soy aquel de quien dependen en última instancia todas mis cosas, pero no soy autosuficiente.
La propuesta es que yo me responsabilice, que me haga cargo de mí, que yo termine adueñándome para siempre de mi vida.

Bucay: “Todos necesitamos aprobación. Pero cuando tenía cinco años, la única persona que me podía dar aprobación era mi mamá. No había ninguna otra persona que pudiera reemplazarla. Una vez adulto, me di cuenta que si ella no me daba esta aprobación, otra persona podía hacerlo. Puede suceder que algunas de las cosas que yo creo o disfruto, a mi esposa, con la que vivo hace veintisiete años, no le gusten...
Pero lo que debo hacer no es romperlas porque a ella no le gustan.
Quizás a otros sí les gusten. Quizás pueda compartirlas con otra persona.
Quizás pueda aceptar que es suficiente con que me gusten a mí.”

Autodependencia significa contestarse las tres preguntas existenciales básicas:
¿Quién soy?
¿Adónde voy?
¿Con quién?
Pero contestarlas en ese orden. Contestarse estas preguntas determina la diferencia entre un ser humano, un individuo o una persona.

SER PERSONA
Al nacer, sólo somos seres humanos. Este temperamento, que al principio es idéntico o parecido a millones de otros, con la experiencia, la historia personal, nos transforma en el individuo que cada uno de nosotros va a ser. Individuo quiere decir indiviso, alude a la unidad que cada uno de nosotros es, pero también quiere decir único, en el sentido de especial.
Para llegar a ser una persona es necesario asistir y padecer un proceso. El proceso de convertirse en persona, como lo llamaba Carl Rogers, es doloroso; implica ciertas renuncias, ciertas adquisiciones y también mucho trabajo personal. Es necesario ser perseverante.

Para autodepender, voy a tener que pensarme a mí como el centro de todas las cosas que me pasan.

Puedo pedirte ayuda, pero dependo de mí mismo.
Dependo de mis partes más adultas para que se hagan cargo del niño que sigo siendo. Dependo de mis partes más crecidas para que se hagan cargo de mis aspectos más inmaduros.

Cinco permisos para ser persona y así volverse autodependiente:
1/ Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.
2/ Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.
3/ Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
4/ Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
5/ Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.

Ser autodependiente significa ser auténticamente el que soy, actuar auténticamente como actúo, sentir auténticamente lo que siento, correr los riesgos que auténticamente quiera correr, hacerme responsable de todo eso y, por supuesto, salir a buscar lo que yo auténticamente crea que necesito sin esperar que los otros se ocupen de esto. Uno elige por sí mismo.
Mi autodependencia irremediablemente me compromete a defender la tuya y la de todos.
El proceso de convertirse en persona se termina únicamente el día en que uno se muere. Hasta entonces uno puede seguir creciendo y ser cada vez más consciente de sí mismo. Del mismo modo que en el taekwondo uno siempre puede seguir aprendiendo y mejorando.
Al igual que El Caballero de Robert Fisher Bucay sostiene que el primer hito del camino que denomina la autodependencia es el amor por uno mismo.

EGOÍSMO
Si yo hiciera cosas por vos, no podría seguir siendo autodependiente. No dependería de mí, sino de lo que vos necesitás de mí.
En cambio si uno es egoísta -perdiéndole miedo a esa palabra y no entendiéndolo como un egoísmo mezquino y codicioso- hace las cosas por uno mismo. El egoísmo que propone es el de aquellos que se quieren suficientemente como para saber que son valiosos... y que tienen cosas para dar.

Parte de que hay dos posturas filosóficas antagónicas y toma partido por una.
La primera, la de Hobbes, opina que el ser humano es malo, cruel, dañino, perverso, y que lo único que espera es una oportunidad para poder complicar al prójimo y sacarle lo que tiene.
La otra sostiene que el ser humano es bueno, noble, solidario, amoroso y creativo, y que, por ende, si lo dejamos en libertad de ser quien es descubrirá lo que hay que descubrir, y finalmente se volverá el más generoso y leal de los animales de la creación. Porque en libertad puede elegir ser solidario aunque sepa que, en realidad, no lo hace por el otro sino por él mismo. Y éste es el egoísmo bien entendido a que apunta el autor.

Bucay: “Quiero definir el egoísmo como esta poco simpática postura de preferirme a mí mismo antes que a ninguna otra persona”.

La idea de que si yo soy egoísta no voy a pensar en nadie más que en mí es la idea de creer que tengo un espacio limitado para querer, una capacidad limitada para amar a alguien, y que entonces, si lo lleno de mí, no me queda espacio para los demás.
Esta idea no sólo es absurda, sino que además es absolutamente engañosa. No hay una limitación en mi capacidad de amar. El que dice que quiere mucho a los demás y poco a sí mismo miente en alguno de los dos casos. El amor por los otros se genera y se nutre, empieza por el amor hacia uno mismo. Y tiene que ver con la posibilidad de verme en el otro.
Aquella idea tan ligada a las dos religiones madre de nuestra cultura, la judía y la cristiana, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, es un punto de mira, un objetivo de máxima. No es amarás “más” que a ti mismo. Es amarás “como” a ti mismo. Esto es lo máximo que uno puede pretender.
Es mentira que por dar demasiado me pueda quedar sin nada.
Es mentira que tenga que tener sobrantes de amor para poder amar.

En ese sentido el amor es comparable con la energía vital, con el ki, cuanto mejor fluye, más hay.

SOLIDARIDAD
Bucay define dos tipos de solidaridad. Una la llama de ida y la otra la llama de vuelta:
En la solidaridad de ida, lo que sucede es que veo al otro que no tiene, veo al otro que sufre, veo al otro que se lamenta, y entonces me identifico: yo podría estar en su lugar y siento el miedo de que me pase lo que a él le está pasando. Entonces lo ayudo. Esta ayuda está generada por el miedo que proviene de la identificación y actúa como una protección mágica que me corresponde por haber sido solidario. Es la solidaridad del conjuro. Una ayuda “desinteresada” que, en realidad, hago por mí. No por el otro. Otra de ida es que yo crea en una suerte de ley de compensaciones. Se anda diciendo por ahí que, si te doy, en realidad me vuelve el doble... Es la solidaridad de inversión. Más allá de si sucede o no es una razón de ida. Existe también una solidaridad obediente, que parte de lo que mi mamá me enseñó: que tenía que compartir, que no tenía que ser egoísta y tenía que dar... Por último, existe una solidaridad que yo llamo la solidaridad de “hoy por ti mañana por mí”; la que piensa en la protección del futuro. Ninguna de éstas tienen nada de altruista.

Ahora, la solidaridad del camino de vuelta que es parte de la autodependencia.
Descubro que no hay peligro de quedarme en ese lugar, porque si doy no me quedo vacío, que no me siento culpable de tener lo que tengo y que no necesito más de lo que tengo, y por último, que lo que los otros dicen que debería hacer me tiene sin cuidado. Y ahora yo sé que puedo elegir dar o no dar.
Descubro como El Caballero de Fisher que el valor no depende de la mirada del afuera. Mi encuentro con los otros, no es para mendigarles su aprobación, sino para recorrer juntos algún trecho del camino. Y descubro el amor y, con él, el placer de compartir. Y doy por el placer que me da a mí dar.

AUTOCONOCIMIENTO
Dice: “Simplemente mirate a vos mismo. No hay posibilidad de que seas otra persona. Podés disfrutarlo y florecer regado con tu amor por vos, o podés marchitarte en tu propia condena. Saber que vos no sos yo y que yo no soy vos no alcanza para saber quién soy. La autodiscriminación es necesaria, pero no es suficiente.”
El autoconocimiento consiste, sobre todo, en ocuparme de trabajar sobre mí para llegar a descubrir —más que construir— quién soy, tener claro cuáles son mis fortalezas y cuáles mis debilidades, qué es lo que me gusta y qué es lo que no me gusta, qué es lo que quiero y qué es lo que no quiero.
El autoconocimiento es la convicción de saber que uno es como es.
Esto implica mucho trabajo personal con uno mismo. Esto no quiere decir que haya que mirarse todo el tiempo, pero sí mirarse en soledad, en la meditación y en interacción, en el despertar de cada día y en el momento de cerrar los ojos cada noche, en los momentos más difíciles y en los más sencillos.
Mirar y descubrir lo mejor y lo peor de mí mismo. Mirarme cuando me miro y ver cómo soy a los ojos de otros que también me miran. Mirarme en la relación con los demás y en la manera de relacionarme conmigo mismo. Misteriosamente, para saber quién soy, hace falta poder escuchar.
El mejor espejo es tu pareja, el que te refleja con más claridad y más precisión. Pero hay miles y miles de espejos en los cuales te mirás para saber quién sos.
Y para poder escuchar, es decir, para que el otro pueda hablar, hace falta que uno se anime a mostrarse.
Transitar la senda del autoconocimiento implica que yo me anime a mostrarme tal como soy, sin esconderme, sin personajes, sin turbiedades, sin engaños, y que participe del feedback generado por haberte mostrado lo que soy.
Debo darme cuenta en esta etapa que con un solo espejo donde mirarme no alcanza; tengo que acostumbrarme a mirarme en todos los espejos que pueda encontrar. Aunque algunos espejos me muestren feo.

Así propone: Sin depender de la palabra de los otros, siempre escucharla.
Nunca obedecer el consejo de los demás, pero siempre tenerlo en cuenta.
No estar pendiente de la opinión del afuera, pero siempre registrarla.
Es innegable que yo voy a poder ayudar más cuanto más sepa de mí, cuanto más camino tenga recorrido, cuanta más experiencia tenga, cuantas más veces me haya pasado lo que hoy te pasa.
Y repasa: cada uno de nosotros es sus pensamientos, sus sentimientos, su propio cuerpo y es, al mismo tiempo su esencia.
Si pretendo saberme, debo empezar por mirarme con una mirada ingenua.
Sin prejuicios, sin partir desde ningún preconcepto de cómo debería yo ser.

Desaconseja corregirse con frases autodestructivas.
Propone transformarse mediante una actitud más aceptadora, más cuidadosa.
Y esto es aplicable con otros. Recordemos que:
Nadie hace un cambio desde la exigencia.
Nadie se modifica de verdad por el miedo.
Nadie crece desde la represión.

RECURSOS
Ya que estoy conmigo desde el principio y nadie sabe más de mí que yo, qué bueno sería ser un buen amigo de mí mismo, estar al lado mío haciendo y pensando en lo mejor para mí.
Querer hacer de mí mismo algo diferente de lo que soy no es el camino de saberse, es el camino de cambiarse. Por eso el taekwondo debe trabajar sobre las potencialidades de cada uno. Intentar cambiarse no construye, es el camino equivocado, es un desvío, es una pérdida del rumbo.

Un recurso es toda herramienta de la cual uno es capaz de valerse para hacer otra cosa; para enfrentar, allanar o resolver las contingencias que se nos puedan presentar.
No hay que desechar lo aprendido por no estar conformes hoy con la situación vinculada a ese aprendizaje. Pero hay que entender que los recursos internos son justamente eso, internos, y por ende, le pertenecen a cada uno. Son herramientas comunes a todos, no hay nadie que no los tenga.
Los recursos externos son aquellas cosas, instituciones y personas que, desde afuera, me pueden ayudar a retomar el camino perdido. Hay que aprender a pedir ayuda sin depender y hay que aprender a recibir ayuda sin creer que uno está dependiendo. Recibir ayuda no es lo mismo que depender.

Después del darse cuenta de uno mismo, para Bucay el recurso más importante es la capacidad de defender el lugar que ocupo y la persona que uno es, no dejar de ser el que uno es para complacer a otros. La capacidad que tiene cada uno de nosotros para afirmarse en sus decisiones, tener criterio propio y cuidar sus espacios de invasores y depredadores. En psicología se llama asertiva a aquella persona que, en una reunión, cuando todos están de acuerdo en una cosa, puede decir, siendo sincero y sin enojarse: “Yo no estoy de acuerdo”. Es en definitiva el coraje –o el espíritu indomable- de ser quien soy.

Si yo quiero ser autodependiente, primero voy a tener que animarme a ser autónomo, es decir, a establecer mis propias normas y a vivir de acuerdo con ellas.

LIBERTAD
Es común partir de una definición errónea: “Ser libre es poder hacer lo que uno quiere”. Si fuese así, ¿existe realmente la libertad? Porque sabemos que nadie puede hacer “todo” lo que quiere... El desvío proviene de confundir libertad con omnipotencia. Y no somos omnipotentes. Nadie puede hacer todo lo que quiere.

Otra frase trillada y errónea es “La libertad de uno termina donde empieza la libertad de los demás”. Acá en realidad la frase se refiere al derecho, no a la libertad.
Tu derecho no frena mi libertad, en todo caso legisla sobre las consecuencias de lo que yo decida hacer libremente.
Nuestra única esperanza limitadora es dejar esta decisión en cada persona.

La libertad consiste en mi capacidad para elegir dentro de lo fácticamente posible.
Primera condición: La elección debe ser posible en los hechos
Una de las fantasías más comunes es creer que la libertad se dirige a molestar a otro.
Que yo sea libre para dañar al otro es lo único que le da valor a que yo no lo dañe. No es lo mismo “hay que respetar” que “yo elijo respetar”... Y justamente, ésa es la diferencia entre sentirse y no sentirse libre: darme cuenta que, en verdad, soy yo el que está eligiendo.

Segunda condición: Las opciones deben ser dos o más
Yo no aumento mi libertad cuando crezco, pero aumento mis posibilidades y entonces me siento más libre. Me siento más libre cuando tengo más posibilidades, y menos libre cuando tengo menos.

Tercera condición: La responsabilidad
Soy responsable por lo que elijo, justamente porque podría haber elegido otra cosa.
La libertad no es liviana, a veces pesa. Porque si soy responsable, puedo llegar a sentirme culpable por lo que elegí, y puede pesarme tener que responder por esa elección.
Hasta aquí la libertad de elegir era vivida como algo agradable y placentero, y ahora sentimos que si pudiéramos sacarnos de encima la posibilidad de elegir nos sentiríamos muy aliviados o menos angustiados. Pero pretender que otro se haga cargo de nuestras elecciones es querer seguir siendo un nene chiquitito.

DECISIÓN DE ELEGIR
La idea de que puedo elegir solamente dentro de lo que el otro o los otros me dicen que puedo es una idea imbécil, una idea que hemos ido aprendiendo desde nuestro segundo año de vida hasta el último año del colegio secundario. Sólo podremos dejar de ser imbéciles morales cuando recuperemos nuestra propia moral, cuando dejemos de creer que otros tienen que decidir o prohibir por nosotros. Esto está íntimamente ligado a la integridad, uno de los cinco principios del TKD.
Por eso sostiene que no se trata de prohibir la droga o las películas pornográficas, no se trata de prohibir la prostitución, se trata de generar cultura, información, madurez. Se trata de ayudar a los jóvenes a pensar.
Para ayudar a pensar hay muchos caminos, el mejor camino es el de la libertad, el de mostrarles a nuestros hijos, a nuestros vecinos, a nuestros amigos, que la libertad se ejecuta todos los días cuando uno puede ser capaz de decir sí o no.

La libertad consiste en ser capaz de elegir entre lo que es posible para mí y hacerme responsable de mi elección.

Del mismo modo que se ejemplifica el paso de los cinturones negros, Bucay compara la vida que construimos todos los días con la casa donde vivimos. Dice: “la hemos estado haciendo nosotros. Si no queremos, no nos fijemos demasiado si la casa tiene lujos o algunos detalles sin terminar, pero cuidemos muy bien cómo la vamos armando. Cuánta energía, cuánto interés, cuánto cuidado, cuánta cautela pusimos hasta acá en construir nuestra vida.”

Es mi responsabilidad hacerme cargo de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos. Tengo que darme cuenta de la influencia que tiene cada cosa que hago. Para que las cosas que me pasan me pasen, dice Bucay, yo tengo que hacer lo que hago. Y no que puedo manejar todo lo que me pasa, sino que soy responsable de lo que me pasa, porque en algo, aunque sea pequeño, he colaborado para que suceda. Yo no puedo controlar la actitud de todos a mí alrededor, pero puedo controlar la mía. Puedo actuar libremente con lo que hago.
Y tendré que ser libre aunque a vos no te guste. Y ésta es mí decisión. Esto me transforma en una especie de ser inmanejable. Porque los autodependientes son inmanejables: él se está manejando a sí mismo.

Si sos autodependiente, de verdad, si no vas a dejarte manejar ni siquiera un poquito, es probable que algunas de las personas que están a tu lado se vayan... Quizás alguno no quiera quedarse. Está en uno utilizar el autocontrol y la cortesía necesaria para nuestra propia conveniencia. De otro modo será el precio que hay que pagar. Sin duda habrá que pagar el precio de soportar partidas de algunos de mí alrededor. Y así como unos se van podrán venir otros… Como fuere, Bucay, sostiene que el precio que pagamos por la autodependencia siempre es bajo.

Es importante darnos cuenta que nuestra relación con el mundo, con los demás, con el prójimo, en realidad es hacer cosas “con” los otros. Y que este “con el otro” es autónomo, que depende de nuestra libre decisión de hacerlo. Que no hago cosas por vos y que por eso no me debés nada. Que no hacés cosas por mí y por eso no te debo nada. Que, en todo caso, hacemos cosas juntos. Y estamos alegres por eso.

Rafael Sabini III DAN( http://www.tkd-esti.com.ar )

No hay comentarios:

Publicar un comentario